martes, 19 de enero de 2010

Después de la ruptura...

Recientemente terminé con una relación amorosa. Esta relación fue como ninguna que haya tenido nunca y espero sinceramente que no la tenga pronto. Fue intensa, sexual, sensual, pasional, tierna, madura. Todo lo que alguien desea en una relación, incluyéndome. Entonces, ¿por qué no la quiero repetir? Porque en este momento estoy devastado. Me siento incompleto, triste y con ganas de llorar cada vez que alguien menciona su nombre. Pienso en él cada vez que escucho una canción que pueda relacionarse lejanamente con él, o cada vez que paso por algún lugar en donde hayamos estado; es decir, en todos lados.
Sin embargo, aunque ahora he comprendido a lo que se refieren cuando dicen “tengo una espina en el corazón”, es una relación de la que no me arrepiento. Todo lo que viví con él es algo que llevaré conmigo toda la vida. Él me ayudó a darme cuenta de que el mundo sí me importa, de que me puedo preocupar por una persona aparte de mí, que puedo estar dispuesto a dar muchas cosas sin siquiera pensar en las consecuencias o en el costo de lo que daba.
Supongo que de eso se trata el amor. De aprender cosas de ti y de la otra persona y sentirte pleno con ese sentimiento. En ningún momento sentí que estuviera intentando cambiar parte de mi personalidad para satisfacerlo, o que él lo hiciera. A diferencia de mis otras relaciones, no fue destructiva ni tortuosa. La separación fue terriblemente dolorosa para mí y aunque intenté con todas mis fuerzas buscar un pretexto para odiarlo, no pude y no puedo hasta este momento. ¿Cómo odiar a esa persona que me da fuerzas, aunque ya no está? ¿Cómo odiar al primer pensamiento que tengo en la mañana y al último que tengo en la noche? ¿Cómo podría siquiera intentar odiar a la persona que, con sólo recordarla, me hace sonreír? ¿Cómo odiar a quien amo con todas mis fuerzas?
Lamento que muchas cosas no hayan podido ser, pero no lamento nada de lo que viví con él. Algún día podré hablar de él sin que se me haga un nudo en la garganta y tenga que voltear la cara y, tal vez algún día, pueda volver a verlo y aguantar las ganas de rogarle que vuelva conmigo. Si me doy cuenta que no puedo, entonces espero por lo menos tener la voluntad suficiente para dar la vuelta y huir de él.
Extrañamente, me siento más tranquilo ahora que he escrito sobre él. La tristeza sigue ahí y ahí seguirá un rato, pero supongo que sobreviviré. Sólo espero volver a amar por lo menos la mitad de lo que lo amo a él, pero, claro, no es lo que yo quiero en este momento. En este momento lo único que me queda es hundirme en la tristeza y la melancolía y ahogarme en ellas.

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